
El votante tradicional de derechas no tiene quien le escriba.
La Derecha Tradicional y Nacionalista española está Huérfana.
La Derecha Tradicional y Nacionalista española está Huérfana.
En un siglo marcado por guerras, exilios y reconstrucciones, la figura de Vicki Penfold emerge como un testimonio de resistencia artística y humana. Nacida en Cracovia en 1918 bajo el nombre de Victoria Sandberg, su vida fue una odisea que atravesó campos de trabajo en Siberia, campamentos de refugiados en África y estudios de arte en Europa, hasta encontrar refugio definitivo en Canarias. Su trayectoria no es solo la de una pintora: es la de una mujer que convirtió el dolor en color, y el exilio en forma.
Los artistas les temen a las manos humanas más que a ningún otro motivo figurativo.
Los vientos soplan a favor de Televisión Española (TVE). Tal es así que, salvo aquella nefasta experiencia de hace unos meses (La fábrica de la tele), sus fichajes y sus programas van de éxito en éxito, con índices de audiencia en pleno crecimiento, de modo que algunas producciones de las cadenas privadas generalistas han visto reducidas sus cuotas de pantalla y sus seguimientos de espectadores han ido retrocediendo y enflaqueciendo sus espectadores directos. Eso no obsta para que la competencia en algunas programas estelares de determinadas franjas horarias, más los celos trufados de rivalidad en conductores y conductoras, a los que ha dado, para fortalecer índices de popularidad y caché, por exhibir alguna consideración política, en opinar libremente, haciendo buena aquella recomendación del ex presidente Aznar (“El que pueda hacer, que haga”).
En un siglo marcado por guerras, exilios y reconstrucciones, la figura de Vicki Penfold emerge como un testimonio de resistencia artística y humana. Nacida en Cracovia en 1918 bajo el nombre de Victoria Sandberg, su vida fue una odisea que atravesó campos de trabajo en Siberia, campamentos de refugiados en África y estudios de arte en Europa, hasta encontrar refugio definitivo en Canarias. Su trayectoria no es solo la de una pintora: es la de una mujer que convirtió el dolor en color, y el exilio en forma.
En una época en que el arte femenino apenas encontraba espacio en los salones ni en las páginas de las revistas, Lía Tavío (Puerto de la Cruz, 1874 – Las Palmas de Gran Canaria, 1965) tejió una trayectoria tan rica como silenciosa. Pintora, poeta, escritora, pianista y docente, su vida fue una sinfonía de disciplinas que se entrelazaban con naturalidad. Desde muy joven, recibió formación artística en la academia del pintor y fotógrafo Marcos Baeza, y más tarde en Madrid con el paisajista Serafín Avedaño. Su obra, sin embargo, no se limitó a los cánones académicos: fue una expresión íntima de sensibilidad, modernidad y compromiso cultural.