Las dianas de la ultraderecha.

Las campañas de odio de la ultraderecha utilizan el feminismo como arma para azuzar el racismo y la transfobia. Es ahí cuando las violencias machistas o contra las infancias interesan a partidos como Vox y sectores del PP, que ven la posibilidad de sacar un rédito electoral.

General07 de octubre de 2025 pikaramagazine.com (Teresa Villaverde)
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Ilustración: Artsholic / iStock.

Esta última semana los señalamientos por parte de la ultraderecha en Euskadi han demostrado, una vez más, que la violencia contra las mujeres o la infancia solo le interesa cuando sirven para alentar el racismo o la transfobia. El ejemplo transodiante abarca también a cierto sector feminista que acoge con gusto los linchamientos contra personas concretas con tal de reforzar la idea de que las vidas trans son, para ellas, una amenaza.

Vox País Vasco utilizó la agresión a Izaro para fomentar sus proclamas racistas

El primero de los casos se resume rápido porque, como suele pasar cuando la ultraderecha utiliza la violencia machista para reforzar su racismo, ha pasado más desapercibido. En octubre del año pasado publicamos el testimonio de Jare (seudónimo), una mujer que denunciaba cómo, tras una agresión sexual, se había sentido revictimizada por la respuesta de los medios y del Ayuntamiento de Bilbao. Hace unos días ella misma lanzaba un vídeo en Instagram, a cara descubierta y en su nombre, Izaro. En esta publicación explicaba cómo el juez no había aceptado retirar el pasaporte de su agresor y este había huido a Mali. La formación Vox en el País Vasco utilizó el caso para fomentar sus proclamas racistas y pedir el cierre de las fronteras y erradicar el “buenismo irracional”, según expresaba el partido en un tuit. Por suerte, la denunciante, Izaro, reaccionó rápido a la publicación y exigió en sus redes que el partido retirara esta publicación, pidiendo que no se utilizara su agresión para azuzar el racismo y dejando claro que no quería que la ultraderecha se hiciera eco de sus palabras. En consecuencia, y según ha publicado en sus redes, está recibiendo comentarios racistas y de odio por parte de seguidores del partido que le advierten de que solo Vox la habría ayudado. Cuando el fascismo señala a cara descubierta, sus huestes acosan.

El segundo caso afecta al campamento de verano de Bernedo (Araba), que forma parte de Euskal Udalekuak, y las denuncias por supuestas agresiones sexuales a menores en estas colonias. Euskal Udalekuak es un proyecto privado que lleva años organizando udalekus con una propuesta transfeminista y de promoción del euskera, entre otras cosas. Las denuncias todavía están siendo investigadas y sobre ellas se tienen pocos datos debido a la protección especial que merece la infancia. A falta de hechos probados, lo que se ha hecho público es una serie de historias que se han definido como truculentas en el peor de los casos, que se están contando de forma descontextualizada, sensacionalista y morbosa y que están siendo publicadas junto a hechos no probados y aderezadas con discursos de odio o que ridiculizan el uso de la “e”. Resumiendo: del tema de las duchas mixtas a la chupada de un dedo de un pie. Una mezcla de verdades, testimonios, falta de contexto y caricaturas que en ningún caso atienden a lo importante: las posibles violencias a la infancia o, en el mejor de los casos, la necesidad de atender las demandas de las menores y de escuchar cómo se sienten ante las propuestas que hacemos las personas adultas. Las incomodidades, posibles agresiones o prácticas que hayan violentado a alguna menor, deben tratarse desde el rigor y el respeto, como explican algunas expertas en infancia, feminismo e infancias trans y no binarias en un reportaje que publicamos esta semana.

Lo que estamos viendo es todo menos análisis sensatos. Una parte del feminismo ha hecho público el caso achacando las posibles agresiones al “transactivismo” (expresado así literalmente), como si no se dieran agresiones a la infancia en otros ámbitos, en especial el de la familia. Como si, siendo este un sistema profundamente pederasta, el problema radicara ahora en la propuesta transfeminista. Como si, efectivamente, la desnudez por sí misma y en cualquier contexto fuera una agresión. Las publicaciones se han hecho sin medir el impacto que pueden tener en las infancias y adolescentes que han participado en esos campamentos, tanto de aquellas que han podido sentirse violentadas como de las que lo han vivido como una liberación, que también las hay, o con total normalidad.

El linchamiento al “transactivismo” ha derivado en un linchamiento hacia una de las personas de la asociación que organiza los campamentos contra la que no pesa públicamente ninguna acusación concreta. Una persona visiblemente queer y conocida en el mundo de la cultura euskaldun y de la que no repetiré el nombre por no incidir en el señalamiento. Familias alertan de ciertas prácticas, se lanzan acusaciones sesgadas por el odio a las personas trans, un diario aprovecha el caso para hacer una cobertura con cero mirada feminista, el Partido Popular alavés, suponemos, se frota las manos y, como colofón, Santiago Abascal publica la cara de una persona de la asociación, visiblemente queer, ridiculizándola, malgenerizándola y escribiendo: “La ideología de género está destrozando la inocencia de los niños, dejándolos a merced de los pederastas”. El revuelo recuerda a aquel que hubo con Mónica Oltra, de quien se dijo que encubría a su ex marido, Luis Eduardo Ramírez, acusado de abusar de una menor cuando estaba en un centro de menores de Valencia. Finalmente se demostró que la entonces vicepresidenta y portavoz del Gobierno valenciano era inocente, pero para entonces la campaña había calado: Oltra ya había dimitido. Es decir, no se trata de negar haya habido agresiones sexuales, sino de cuestionar el tratamiento interesado de las mismas.

Abascal y Vox no son los únicos que han señalado a esta persona con nombre y apellidos, también lo han hecho cuentas feministas. Esto a pesar de no estar denunciada -que se sepa-; a pesar de que no se ha dicho en ningún momento que estuviera en las duchas o en los campamentos, a pesar de ser solo vocal de la asociación. Se señala a determinados cuerpos porque encarnan lo que se quiere erradicar, en este caso el no binarismo de género, los cuerpos queer.

Las feministas que entran en este juego para “ganar” discursivamente y azuzan el clásico fantasma de la pederastia en el colectivo LGTBIQA+ tiran piedras contra nuestro propio tejado pero, sobre todo, contra el de las infancias agredidas. Y lo saben. Saben que las cifras dicen que la mayor parte de agresiones se dan en las familias, saben que los juzgados suelen ignorar los testimonios de menores, saben ahí donde hay gente adulta cuidando de criaturas puede haber abuso. Pero deciden errar el tiro y poner el nombre -y la cara- de una persona queer en concreto, contribuyendo al linchamiento. No sé ya si se puede decir que le hacen el juego a la ultraderecha o, más bien, que forman parte de ella aunque lo nieguen una y otra vez.

Feministas en el punto de mira.

En el Estado estos días se ha dado otro caso, más conocido, el de la campaña orquestada por Vox para atacar a Cristina Fallarás. El eurodiputado Jorge Buxadé anunciaba en un vídeo el lanzamiento de un formulario para unirse a una denuncia pública colectiva contra la periodista. La campaña llama a la defensa frente a lo que el partido considera una persona que discrimina a los votantes de Vox y que alienta un “apartheid”, expresa el político, contra los seguidores del partido ultra. La reacción surge a raíz de un artículo en el que Fallarás instaba a llamar “fascistas a los fascistas” y a aislar a los intolerantes de este partido. La iniciativa orquestada desde la formación política en este caso tampoco es gratis en términos electoralistas: no se trata solo de unir a hombres cabreados -y a alguna mujer- en contra de una figura visible y feminista, sino que el formulario da la posibilidad, de paso, de afiliarse al partido. Es un claro ejemplo de violencia que, como explicaba la periodista y hemos dicho muchas veces de Pikara Magazine, de digital solo tiene el canal, porque es violencia igual. De hecho, este tipo de campañas suelen tener repercusiones en la vida, digamos, física. Para muestra, el caso de Fallarás pero también otros como los de Irantzu Varela o Ada Colau.

La campaña contra Fallarás es el reflejo paradigmático de las estrategias trumpistas de la ultraderecha en el Estado español que no solo se ponen en marcha desde Vox, sino también desde ciertos sectores del Partido Popular, como recordaba la propia Colau y como sugiere el caso de Euskal Udalekuak. Pero los ejercicios de cinismo absoluto como el de llamar apartheid a la intolerancia a los intolerantes, ya no tienen cabida. Hace tiempo que tenemos claro que ceder espacio a los linchamientos de la ultraderecha es ceder paso al fascismo. Y también que, cuando se manipulan las agresiones de unas para alimentar el odio contra otras personas, no avanzamos. Es dejar que los juegos del poder aplasten a quienes han sido violentadas.

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Teresa Villaverde

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