Claves para entender a la oposición venezolana tras el Nobel a María Corina Machado

Los opositores venezolanos se han reorganizado varias veces hasta conformar dos grupos principales. Uno está liderado por María Corina Machado y cuenta con respaldo internacional; el otro opta por competir con el régimen. Con el espaldarazo del Nobel de la Paz, el reto no es sólo llegar al poder, sino reconstruir la gobernabilidad democrática.

Mundo31 de diciembre de 2025 EOM - Ángel Arellano
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El Premio Nobel de la Paz para María Corina Machado ha sido simbólico y revelador para la oposición venezolana. El comité reconoció “su incansable labor por los derechos democráticos del pueblo venezolano y su lucha por una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Mientras tanto, el Gobierno de Nicolás Maduro está en plenas tensiones militares con Estados Unidos en el Caribe y el país vive un descalabro económico. ¿Ahora qué?

La imagen internacional de la oposición venezolana suele reducirse a nombres: ahora son María Corina Machado, en la clandestinidad desde agosto de 2024, y su aliado Edmundo González Urrutia, candidato presidencial ese mismo año y ahora exiliado en España. Antes eran Leopoldo López, también radicado en España, Juan Guaidó, exiliado en Miami, o Henrique Capriles. Pero esa simplificación es engañosa. La oposición venezolana es diversa, con partidos viejos y nuevos, movimientos cívicos, presos y exiliados con distintas demandas y estrategias.

El Nobel a Machado pone sobre la mesa una potencial narrativa de cambio, no sólo de régimen, sino de reconstrucción democrática, social y de rediseño institucional. Ahora esa narrativa busca traducirse en poder real. Para que una “Venezuela sin Maduro” sea posible, será necesaria unidad, negociación, inclusión y, sobre todo, la consolidación de un proyecto de transición más allá de liderazgos individuales. Esa será la gran prueba de la oposición en los próximos años.

De Machado a los “alacranes”: no hay una sola oposición venezolana
La oposición al Gobierno de Nicolás Maduro y al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no es un bloque único. El término ha englobado a todos los actores enfrentados a los Gobiernos chavistas desde el primero de Hugo Chávez en 1999 hasta el actual. Se han reorganizado varias veces: primero con la Coordinadora Democrática en 2002, luego la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en 2009, después el Frente Amplio Venezuela Libre en 2018 y finalmente la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) en 2021. Estas plataformas han estado alimentadas por partidos nuevos y tradicionales, movimientos sociales y ONG de asuntos electorales y derechos humanos. Una sucesión que ha dado diferentes liderazgos, estrategias y visiones.

Hoy en día conviven dos grandes esferas en la oposición venezolana. Por un lado, el bloque liderado por María Corina Machado, una oposición más orgánica, mayoritaria y estructural con base en la PUD. Este bloque fue validado tras las primarias presidenciales de 2023, donde Machado conquistó el 92% de los votos opositores. Después sería confirmado el 28 de julio de 2024 tras los comicios luego desconocidos por el chavismo en los que Edmundo González (reemplazo de Machado tras ser inhabilitada) obtuvo el 67% de los votos. En este grupo también figuran otros dirigentes conocidos como Leopoldo López, exalcalde de Chacao, Antonio Ledezma, exalcalde de Caracas, y Juan Guaidó, exdiputado y expresidente de la Asamblea Nacional entre 2019 y 2023, cuando fue parcialmente reconocido como presidente interino.

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La otra oposición son dirigentes políticos a favor de participar en elecciones legislativas y locales con las condiciones establecidas por el Gobierno tras el fraude de 2024. Entre ellos están Henrique Capriles, exgobernador del estado Miranda —el segundo más densamente poblado— y excandidato presidencial en 2012 y 2013, y Manuel Rosales, exgobernador del estado Zulia —el más densamente poblado— y excandidato en 2006. Ambos, sin embargo, han quedado rezagados a espacios locales vaciados de competencias y a una minoría de la Asamblea Nacional.

También hay exdirigentes opositores que se incorporaron al chavismo. Un ejemplo claro es Carlos Prosperi, segundo en las primarias presidenciales de 2023 y ahora militante del PSUV. Ese transfuguismo ha dado pie al término “alacranes” en la jerga popular, sobre todo en referencia a antiguos opositores acusados de corrupción vinculada al chavismo. Otro factor que enrarece el panorama de la oposición venezolana es la intervención del Tribunal Supremo para sustituir a las autoridades de los partidos opositores. Esto ha hecho que existan dos clases: los legítimos (críticos al Gobierno) y los intervenidos (afines o tolerantes al chavismo). De hecho, el Partido Comunista de Venezuela, que no hace parte de la PUD, pero sí es crítico con Maduro, también fue intervenido en 2023 para instalar una directiva vinculada al PSUV.

Qué quieren los opositores venezolanos
Las dos grandes esferas de la oposición venezolana comparten el rechazo al régimen chavista, pero tienen diferentes estrategias para generar una alternativa. La PUD y María Corina Machado rechazan la convivencia política con Maduro. Sobre esa base, apuestan por una resistencia movilizada, internacional, con un discurso directo y una transición en defensa de los resultados electorales de 2024 con Edmundo González a la cabeza. El segundo polo reivindica la participación en elecciones legislativas, regionales y municipales bajo las reglas existentes.

La PUD fue formada por nueve partidos de centroizquierda, socialdemócratas, de centroderecha y derecha. Entre ellos algunas formaciones tradicionales como Acción Democrática y Copei, y otras relevantes y más recientes como Primero Justicia, Voluntad Popular y La Causa R. Vente Venezuela, el partido de María Corina Machado, no hizo parte de la fundación de la plataforma, pero tras su triunfo en las primarias y la moderación paulatina de su discurso político adhirió al trabajo de la PUD e incorporó a figuras principales de estos partidos a su comando de campaña.

A nivel internacional, esta dirigencia opositora está alimentada por la diáspora. Entre esos más de ocho millones de venezolanos destacan líderes políticos, ex presos políticos, empresarios, artistas y periodistas críticos con el régimen. Desde que el éxodo venezolano se intensificó en 2014, un año después de la muerte de Chávez y la llegada de Maduro, han proliferado organizaciones fundadas por opositores que han sumado el apoyo de Gobiernos, partidos y movimientos. El alcance de su coordinación es difícil de conocer, pero su causa común es la denuncia contra el chavismo y la recuperación democrática de Venezuela.

El énfasis ha estado allí donde destaca la diáspora venezolana. En Colombia residen más de dos millones de venezolanos, y la oposición apoyada por la derecha colombiana ha establecido estructuras que se comunican con la política local y apalancan su activismo. En Estados Unidos destacan ciudades de Florida como Doral (cerca de Miami), Texas o Nueva York. La comunidad venezolana se apoya en medios de comunicación afines y en el lobby en el Congreso a través de un comité de acción política más alineado con los demócratas, otro más afín a los republicanos y otro bipartidista. Ahora la oposición suma el apoyo mutuo entre Machado, el presidente Donald Trump y el secretario de Estado, Marco Rubio. En España, donde la inmigración venezolana destaca cada vez más en Madrid, el padre de Leopoldo López fue elegido eurodiputado en 2019 por el Partido Popular. La oposición también ha sumado el apoyo del partido ultraderechista Vox.

En el otro bloque opositor hay partidos que se escindieron de la línea de resistencia establecida por la PUD tras el llamado a no participar en las elecciones legislativas, municipales y regionales de mayo de 2025. En este lado se encuentra el partido Unidad y Cambio, creado en 2025 y liderado por Henrique Capriles y el ex secretario general de Primero Justicia, Tomás Guanipa. También está Un Nuevo Tiempo, liderado por Manuel Rosales, el partido Fuerza Vecinal, que congrega a una serie de dirigentes municipales, y el partido regional Vamos Vamos Cojedes. En suma, tras participar en los comicios, estas formaciones obtuvieron sesenta de las 335 alcaldías que tiene el país, catorce de 285 diputados en la Asamblea Nacional y una de las veintitrés gobernaciones, la del estado Cojedes, con escasa densidad poblacional.

Este sector opositor tiene tres distinciones clave: participa con las mismas reglas que impuso el chavismo para las presidenciales de 2024, es más tolerante con el régimen y resta importancia al plano internacional. El mensaje común de su variada dirigencia es promover la gestión local para conformar una nueva mayoría que reemplace al Gobierno oficialista. El chavismo tolera estas organizaciones menos hostiles y les permite retener Gobiernos locales y escaños parlamentarios ya que permiten aparentar una minoría con espacios ganados democráticamente. Sin embargo, su capacidad para incidir en lo nacional de lo local y una minoría en la Asamblea es muy limitada.

Un contexto cada vez más crítico
Venezuela enfrenta una crisis socioeconómica profunda. La inflación supera el 200%, la moneda se ha devaluado cerca de un 78% pese a la dolarización de facto y la producción petrolera es de menos de un millón de barriles diarios (frente a más de tres millones diarios en 1999), lo que agrava la pobreza y el éxodo que superó los ocho millones de personas. En paralelo, las tensiones en el Caribe han subido el volumen de la crispación pública por los ataques estadounidenses a embarcaciones en aguas internacionales acusadas de transportar drogas. El despliegue de un portaaviones y miles de efectivos de la armada norteamericana alegando una lucha contra el narcotráfico y el Cártel de los Soles ha extremado la incertidumbre.

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En el plano diplomático, las alianzas del chavismo se debilitaron considerablemente tras el fraude electoral de 2024. Los Gobiernos de izquierdas de Brasil y Colombia exigieron transparencia sin confrontar, Cuba se ha mantenido en bajo perfil, y Rusia y China limitan su apoyo a declaraciones formales. Este aislamiento, sumado a la presión militar y económica, configura un escenario de máximo estrés para el régimen y la estabilidad regional. 

En cuanto a la base social del descontento, los ciudadanos venezolanos están cada vez más empobrecidos por la crisis, los servicios básicos colapsados y las fuerzas de seguridad que se debaten entre el retiro, la connivencia o el soporte a la minería ilegal, el crimen organizado y las guerrillas en la frontera con Colombia. La aprobación del Gobierno apenas toca el 29% o 32%, de acuerdo con algunas encuestadoras.

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En ese sentido, el Nobel de la Paz puede abrir puertas diplomáticas: mayor reconocimiento internacional, presión política o apoyo de países democráticos. También puede atraer inversiones o ayuda para la reconstrucción, pero eso dependerá de la capacidad de unidad y gobernabilidad del bloque opositor. De ese modo, el poder tras el chavismo no apunta a un solo grupo, sino más bien a un Gobierno de coalición entre opositores, o al menos una transición con varios actores.

¿Quiénes gobernarían si el chavismo cede?
Imaginar una Venezuela sin Maduro implica preguntarse quiénes estarían al frente. Las posibilidades van desde un actor opositor, pasando por un chavista moderado hasta un outsider que facilite la transición. Algunos perfiles y alianzas han mostrado su aspiración con claridad. 

Edmundo González: fue el candidato presidencial de la PUD, exiliado en España desde septiembre de 2024. La plataforma que lo apoyó demostró mediante la divulgación de las actas de votación que fue el vencedor de 2024 y que por tanto cuenta con el mandato popular. También tiene el respaldo internacional de Gobiernos democráticos que lo señalaron como virtual ganador. Su carrera como diplomático lo ubica como una persona de diálogo y moderación.

María Corina Machado: aunque está inhabilitada y en la clandestinidad desde 2024, el Nobel de la Paz le da un peso simbólico, de liderazgo moral e internacional. Ha demostrado su capacidad de movilización en las primarias de 2023 y las presidenciales de 2024, lo que se traducirá en influencia decisiva ante eventuales negociaciones o la conformación de un Gobierno de transición. Su orientación derechista genera reticencias y marcará sus alianzas internacionales.

El otro polo de partidos: la aparición de Unión y Cambio y otras formaciones que prefieren la vía electoral, una crítica menos dura al chavismo y mostrar las posibilidades de sus gestiones municipales podría ser un activo para negociar reformas e intentar gobernar bajo los límites que permita una transición. Sin embargo, su disposición a tolerar las reglas institucionales del chavismo los distancia del corazón de la oposición.

Entre los chavistas moderados y los outsiders es difícil contemplar nombres por dos razones. El primer grupo está acusado de ser parte de un Gobierno que ha violado sistemáticamente los derechos humanos y que está vinculado a grupos del crimen organizado. El segundo abarca una constelación de nombres y perfiles imposibles de calibrar.

¿Cómo puede darse una transición en Venezuela?
La posible salida de Maduro no implica que la oposición empiece a gobernar al día siguiente. Imaginar una transición en Venezuela también implica considerar el aparato estatal, la situación social y la propia diversidad de la oposición.

El aparato estatal y militar sigue en manos del chavismo. Aunque la oposición tenga legitimidad popular, deberá negociar con el círculo de poder del régimen. Allí destacan tanto las Fuerzas Armadas como el vínculo entre el chavismo y grupos paramilitares, colectivos armados y las guerrillas colombianas. De hecho, Edmundo González y María Corina Machado repitieron en campaña la iniciativa de amnistía y consideración a las élites que pactasen para favorecer la transición. Algunos fracasos como los intentos por generar fracturas en el alto mando militar durante la presidencia de la Asamblea Nacional de Juan Guaidó en 2019 muestran la dificultad del asunto. No obstante, el contexto ha cambiado y el desgaste interno se ha acentuado.

Mientras tanto, la desconfianza ciudadana y polarización social se han acentuado en Venezuela. Después de décadas de crisis, migración masiva y trauma social, es imposible proyectar una transición que no sólo requiera cambios institucionales, sino también un proyecto de reconciliación y reconstrucción nacional. Algunos economistas relevantes en el tema como el exministro de Planificación (1992-1993) y académico de Harvard, Ricardo Haussmann, han estudiado el papel que tendría la cooperación internacional para restablecer la economía venezolana. En resumen, indica que haría falta una especie de Plan Marshall en el que los Gobiernos aliados y la empresa privada confluyan para recuperar el entramado productivo.

También serán necesarias coaliciones amplias. La construcción de alianzas internas (entre partidos, sociedad civil, exiliados, grupos empresariales y disidencias) y externas (con países aliados y cooperación internacional) será clave para construir confianza en la población. En ese contexto, la combinación entre el liderazgo moral que representa Machado, la legitimidad democrática de los votos de 2024 y el pragmatismo de la otra oposición será esencial para trascender de un esquema de resistencia a un proyecto de gobierno.

Qué tan viable sería un gobierno opositor
En la oposición hay consensos de fondo, pero también fuertes dilemas y contradicciones.

Entre los consensos probables destaca la restauración de la democracia y del Estado de derecho. Toda la oposición rechaza (con distintas intensidades) la continuidad del régimen chavista como legítimo, denuncian la ausencia de separación de poderes y la represión política. En esa línea resaltan la defensa de los derechos humanos y las libertades civiles: el discurso de Machado pone en el centro la dignidad ciudadana, la libertad, el fin de la persecución, el retorno de los exiliados, la liberación de los presos y un sistema electoral creíble para la reconstrucción social.

En cuanto a los dilemas, el primero es la economía y el modelo de desarrollo. ¿Se apostará por un liberalismo agresivo para atraer inversiones y reactivar el petróleo? ¿O habrá una propuesta más heterodoxa que combine apoyo social, regulación estatal y diversificación productiva? La variedad de la oposición, desde ­empresarios hasta partidos de centroizquierda y activistas sociales, sugiere que habrá fuertes debates internos. Existe un punto de partida: María Corina Machado en su programa de gobierno de 2023, la plataforma de Edmundo González y la PUD en 2024 propone aprovechar la capacidad petrolera que subsiste para impulsar una transición energética. Su plan, de orientación liberal, prioriza la protección jurídica y fomentar las inversiones para reconstruir el tejido productivo. Distintos opositores ya se han mostrado a favor.

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Un segundo dilema son las relaciones internacionales. La oposición tendrá que decidir cuánto respaldo diplomático, económico e incluso en materia de seguridad y defensa debe buscar y aceptar, principalmente de Estados Unidos. Los dos primeros ya están presentes en el discurso opositor. En cuanto al tercero, el Nobel de la Paz facilita apoyos democráticos, pero eso podría tensionar la soberanía nacional y avivar las acusaciones de intervencionismo, especialmente si persisten las sanciones o la presencia militar estadounidense en el Caribe.

Finalmente, un tercer dilema para la oposición será si priorizar el cambio o el pragmatismo. El bloque liderado por Machado postula que la reconciliación con el chavismo en el poder no es opción. Otros sectores creen que es necesario participar electoralmente, aunque las condiciones no sean perfectas. Ese choque entre un liderazgo consolidado y otro con presencia institucional definirá muchas decisiones futuras, pero también será una oportunidad de convergencia.

El verdadero desafío de la oposición venezolana
El Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado no sólo reconoce su liderazgo como opositora al régimen venezolano, sino que redefinirá el tablero político del país. Pero la oposición, lejos de ser homogénea, enfrenta el reto de convertir legitimidad simbólica en poder efectivo. La pluralidad de actores, desde la Plataforma Unitaria hasta sectores más pragmáticos, exige una estrategia que combine unidad, negociación y una mirada a largo plazo para reconstituir el Estado. En un contexto de crisis económica, aislamiento internacional y presión militar en el Caribe, la transición no podrá ser lineal: requerirá coaliciones amplias, acuerdos con distintas fuerzas internas y respaldo externo. El verdadero desafío para la oposición venezolana no es sólo reemplazar al régimen chavista, sino reconstruir la gobernabilidad democrática.

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