Pedro González: el color como forma de pensamiento.

En el panorama artístico de Canarias, pocos nombres resuenan con la profundidad y la coherencia de Pedro González (La Laguna, 1927–2022). Pintor, ensayista, docente, activista cultural y alcalde, su figura encarna una síntesis rara: la del creador que piensa, del intelectual que pinta, del ciudadano que transforma. Su obra, marcada por una abstracción lírica y una paleta vibrante, no solo renovó el lenguaje plástico en las islas, sino que propuso una forma de estar en el mundo a través del arte. Pedro González no pintaba para decorar: pintaba para pensar.

Cultura22 de septiembre de 2025Diego De La Nuez MachinDiego De La Nuez Machin
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En el panorama artístico de Canarias, pocos nombres resuenan con la profundidad y la coherencia de Pedro González (La Laguna, 1927–2022). Pintor, ensayista, docente, activista cultural y alcalde, su figura encarna una síntesis rara: la del creador que piensa, del intelectual que pinta, del ciudadano que transforma. Su obra, marcada por una abstracción lírica y una paleta vibrante, no solo renovó el lenguaje plástico en las islas, sino que propuso una forma de estar en el mundo a través del arte. Pedro González no pintaba para decorar: pintaba para pensar.

Formado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, Pedro González regresó a Canarias con una visión moderna y crítica del arte. En los años 50, fue uno de los fundadores del grupo Nuestro Arte, junto a figuras como Manolo Millares, Martín Chirino y Juan Ismael. Este colectivo buscaba romper con el academicismo y abrir el arte canario a las corrientes internacionales, desde el informalismo hasta el constructivismo. González, sin embargo, nunca se adscribió a una escuela: su pintura fue siempre personal, reflexiva, en diálogo con la tierra y con el pensamiento.

A lo largo de más de seis décadas, desarrolló una obra coherente y diversa, que abarca pintura, dibujo, collage, escritura y diseño. Fue profesor en la Universidad de La Laguna, donde formó a generaciones de artistas y pensadores. 

La incursión política de Pedro González fue una extensión natural de su pensamiento ético y cultural. Militante del Partido Socialista Canario-PSOE, fue elegido alcalde de San Cristóbal de La Laguna entre 1983 y 1987, convirtiéndose en el primer alcalde democrático de la ciudad tras la dictadura. Desde ese cargo impulsó una política cultural pionera, centrada en la recuperación del casco histórico, la creación de espacios expositivos y el apoyo a los artistas locales. Su gestión se caracterizó por una mirada humanista, donde la cultura no era ornamento, sino estructura. González defendía que gobernar debía parecerse a pintar: requería visión, equilibrio, respeto por la forma y conciencia del fondo. Su paso por la política dejó una huella tangible en la ciudad, pero también una lección ética: que el arte y la política pueden dialogar sin perder su integridad.

Estilo: abstracción lírica y color telúrico

El estilo de Pedro González se caracteriza por una abstracción lírica que nunca renuncia a la emoción. Su pintura es una exploración constante del color como lenguaje autónomo, como materia viva que respira, vibra y piensa. En sus lienzos, el color no acompaña la forma: la construye. Utilizaba gamas intensas, contrastes audaces y texturas que parecían surgir del subsuelo volcánico de Canarias. Su trazo, a veces gestual y otras veces contenido, revela una tensión entre lo intuitivo y lo racional, entre lo espontáneo y lo estructurado.

A lo largo de su carrera, González desarrolló ciclos temáticos que funcionaban como ensayos visuales. Las series de “Campos de lava”, “Estructuras vegetales”, “Memorias del paisaje” o “Cuadernos de viaje” no son simples variaciones: son investigaciones pictóricas sobre la identidad, el territorio y la percepción. En ellas, el paisaje canario se transforma en símbolo, en ritmo, en arquitectura cromática. También exploró el collage, el dibujo y la escritura como formas complementarias de expresión, creando obras donde la pintura dialoga con el pensamiento.

Su obra no se limita a lo visual: es una experiencia intelectual y sensorial. Cada cuadro suyo es una invitación a mirar más allá de lo evidente, a entrar en una atmósfera donde el color es tiempo, donde la forma es memoria. Pedro González no pintaba lo que veía, sino lo que pensaba. Y en ese gesto, profundamente moderno, está la clave de su vigencia.

Pensamiento: el arte como forma de conocimiento

Pedro González entendía el arte como una forma de conocimiento, como una herramienta para pensar el mundo. En sus ensayos y conferencias defendía la autonomía del arte frente a la mercantilización y la banalidad. Fue un defensor de la cultura como espacio de resistencia, y su labor como docente dejó huella en generaciones de artistas canarios. Para él, el arte debía ser libre, pero también consciente. Pintar era, en sus palabras, “una forma de estar en el mundo”.

Su pensamiento no se limitaba a lo plástico. Escribió sobre estética, política cultural, historia del arte y filosofía. En sus textos, se percibe una preocupación constante por el sentido del arte en la sociedad contemporánea, por su capacidad de generar conciencia y de abrir espacios de reflexión. González no concebía el arte como evasión, sino como compromiso. Y en ese compromiso, encontró su voz.

Obras significativas: memoria, paisaje y estructura

Entre sus obras más significativas destacan las series de “Campos de lava” y “Estructuras vegetales”, donde el color se convierte en materia viva y la abstracción alcanza una dimensión telúrica. También son memorables sus “Cuadernos de viaje”, donde la pintura se mezcla con la escritura, y el trazo se convierte en diario íntimo. En estas piezas, González logra una síntesis entre emoción y reflexión, entre forma y pensamiento, que define su lenguaje único.

En sus “Memorias del paisaje”, el artista no representa el territorio: lo reconstruye desde la experiencia. El Teide, los barrancos, las costas y los cielos canarios aparecen como presencias abstractas, como ritmos visuales que evocan más que describen. En sus collages, por otro lado, se percibe una voluntad de ensamblar fragmentos, de construir sentido desde la multiplicidad. Son obras que hablan de la memoria, del tiempo, de la identidad.

Cosmoarte: el arte como vibración universal

Uno de los conceptos más profundos que Pedro González desarrolló en su madurez fue el de Cosmoarte. No se trata de una serie pictórica en sentido estricto, sino de una visión filosófica del arte como expresión cósmica, como vínculo entre el ser humano y el universo. Para González, el arte no debía limitarse a representar lo visible, sino que debía conectar con lo esencial, lo universal, lo espiritual.

En sus obras más cercanas a esta idea, el color se convierte en energía, el trazo en vibración, y el lienzo en espacio de resonancia. Es una pintura que no busca explicar, sino revelar. Las piezas que encarnan esta visión suelen ser abstractas, de gran formato, con campos cromáticos que parecen expandirse más allá del marco. Hay en ellas una pulsión telúrica, pero también una serenidad cósmica. Son obras que invitan a la contemplación, al silencio, a la escucha interior.

Dentro de su producción más introspectiva, destaca también la serie ICERSE, iniciada en los años ochenta como una exploración pictórica del pensamiento, la estructura y la percepción. El nombre, que evoca una sonoridad casi científica, responde a una voluntad de investigar el arte como sistema, como lenguaje que se construye desde la geometría, el ritmo y la intuición. En estas obras, Pedro González abandona toda referencia figurativa para sumergirse en campos cromáticos, estructuras modulares y composiciones que parecen dialogar con la arquitectura, la música y la filosofía. ICERSE no es solo una serie: es una declaración de principios. En ella, el artista se convierte en cartógrafo de lo invisible, en constructor de espacios mentales donde el color y la forma son pensamiento puro.

Canarias: raíz y horizonte

La conexión de Pedro González con Canarias fue profunda y activa. No solo vivió y trabajó en La Laguna, sino que convirtió la ciudad en un centro de irradiación cultural. Como alcalde, impulsó la recuperación del patrimonio histórico y la creación de espacios para el arte. Como artista, convirtió los paisajes, la luz y la memoria de las islas en materia pictórica. Su obra no es regionalista, pero sí profundamente insular: habla desde Canarias, pero no solo de Canarias. En ella resuenan ecos de la tierra, del mar, del volcán, pero también del pensamiento universal.

Fue fundador de la Sala de Arte Contemporáneo de La Laguna, impulsor de exposiciones, conferencias y publicaciones. Su casa-taller fue lugar de encuentro para artistas, escritores, músicos y pensadores. En su forma de vivir el arte, Canarias no era un límite: era un punto de partida. Y desde ese punto, Pedro González construyó una obra que dialoga con el mundo.

Cultura plural: el arte como espacio de igualdad

Fue un defensor activo de la cultura plural y del reconocimiento de las voces femeninas en el arte canario. En sus años como docente y gestor cultural, apoyó la visibilización de creadoras como Lola Massieu, Pino Ojeda, Jane Millares Sall o Lía Tavío, y entendía que el arte debía ser un espacio de igualdad, no de jerarquía. Su pensamiento crítico incluía la necesidad de abrir espacios para todas las sensibilidades, y su legado también se mide por su capacidad de generar comunidad.

En ese sentido, su papel como impulsor de la cultura fue también el de un mediador entre generaciones, géneros y lenguajes. Pedro González no solo pintó: tejió redes, abrió puertas, sembró pensamiento. Y en ese gesto, profundamente político y profundamente humano, está también su grandeza.

Legado: conciencia, forma y memoria

Su legado es inmenso. Pedro González no solo dejó una obra pictórica de gran profundidad, sino también una forma de entender el arte como compromiso ético y cultural. Fue maestro de muchos, interlocutor de todos, y referente de una generación que quiso pensar Canarias desde la modernidad. Su pintura sigue hablando, sigue pensando, sigue respirando. Y en ese respirar, nos recuerda que el arte no es solo belleza: es conciencia.

Hoy, su obra se conserva en colecciones públicas y privadas, en museos y en la memoria de quienes lo conocieron. Pero más allá de los lienzos, Pedro González nos deja una forma de mirar, una forma de pensar, una forma de estar. Y en tiempos de ruido y superficialidad, su voz —silenciosa, intensa, luminosa— sigue siendo necesaria. Porque su pintura no solo nos habla del color, del paisaje o de la forma: nos habla de lo humano, de lo ético, de lo esencial. Y en ese legado, Canarias no solo encuentra a uno de sus grandes artistas, sino a uno de sus grandes pensadores.

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